

Por: Rumbo Neuquino
Más de 40 días de focos encendidos en el Parque Nacional Nahuel Huapi, Epuyen, el Cajón del Rio Azul en El Bolsón y el Valle Magdalena en el Parque Nacional Lanin exponen claramente la magnitud de la tragedia. Miles de hectáreas de bosque nativo se consumen tras focos generados producto del sofocante calor y las tormentas eléctricas en algunos casos y, la intencionalidad de delincuentes por otro, claramente expuestos por las autoridades.
Los equipos y comandos unificados estan constituidos por dispositivos provinciales de manejo del Fuego de Neuquén, Rio Negro y Chubut, a los cuales se suman el resto de las provincias Patagónicas a partir del pronunciamiento efectuado los últimos días por los gobernadores. Los cuerpos activos de Bomberos Voluntarios de las localidades aledañas a los focos de incendios, también se encuentran trabajando con recurso humano y logística. Los diezmados equipos del Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales (SPLIF) y del Plan Nacional de Manejo del Fuego, muchos sin contratos vigentes y sin los equipamientos adecuados. El Ejército Argentino desde las Brigadas de la región incorporando efectivos, logística y equipamiento. Gendarmería, Policías provinciales, Servicio Vial entre otras instituciones gubernamentales, aportan esfuerzos y experiencia en este desastre.
Las Comunidades juegan su propio partido. Una inmensa red de apoyos coordinadas desde el corazón mismo de los territorios incendiados, se amplía a lo largo y ancho del país colectando apoyo logístico, recursos, alimentos, agua, insumos, etc., contribuyendo con los que están en el frente del fuego y con los vecinos afectados directamente. La solidaridad y la empatía emergen como un valor inalienable del Pueblo Argentino. Ante tanto discurso de individualismo y odio, el amor y la fuerza colectiva se imponen.
Los esfuerzos descriptos no tienen resonancia en la conducción política del estado argentino. El presidente Milei, asiduo viajero, no ha hecho espacio en su agenda para visitar las zonas afectadas y a sus compatriotas, a esta altura pareciera más el intendente de Capital Federal que la autoridad máxima del Estado Nacional que lo integran las diversas provincias. Ni siquiera una declaración al respecto. Lo extraordinario de la situación, merece respuestas extraordinarias. Mayores esfuerzos presupuestarios que permitan fortalecer la dotación de recursos humanos en territorio – y bien remunerados-, urgente asignación de recursos a las provincias y municipios afectados (no ayudan las livianas declaraciones de los voluntariosos gobernadores que se cuidan de molestar con genuinos reclamos la investidura presidencial). A esto sumar una firme política que aborda el cambio climático como variante determinante en la Patagonia, mayor rigurosidad para investigar y capturar a los responsables de los focos intencionales, endurecimiento de penas para los responsables de genocidio ambiental. Por ultimo una estrategia de remediación y recuperación del bosque nativo aprovechando el recurso humano de los centros de investigación hoy diezmados en sus posibilidades por desfinanciamientos innecesarios.
Amplias zonas hoy afectadas, son territorio mapuche. Declaraciones irresponsables que desconocen la cosmovisión de un pueblo que interactúa y es parte del ecosistema se han encargado de demonizarlo. Quienes incendian la Patagonia son delincuentes que exponen intereses cuya meta no mide tragedias. Y eso, los Patagónicos los tenemos claro.
Es tiempo de esfuerzos compartidos. La solidaridad se abre paso y expone un pueblo generoso. Pero también es tiempo de exigencia, de hacer valer nuestro ser nacional y nuestro derecho a ser asistidos como tales. Sin Estado, nuestros bosques están en riesgo. Y si nuestra autoridad nacional no mira el interior profundo o lo siente parte, como diría algún dirigente, no deja de ser –a pesar nuestro- “un fenómeno barrial”.